jueves, 25 de abril de 2013

Pequeño comentario de texto

Fragmento de la novela “Tomás Rueda” de Azorín

Las bellas manos que cortaban las flores del huerto han desaparecido ya hace tiempo. Hoy sólo viven en la casa un señor y un niño. El niño es chiquito, pero ya anda solo por la casa, por el jardín, por la calle. No se sabe lo que tiene el caballero que habita en esta casa. No cuida del niño; desde que murió la madre, este chico parece abandonado de todos. ¿Quién se acordará de él? El caballero - su padre - va y viene a largas cacerías; pasa temporadas fuera de casa; luego vienen otros señores y se encierran con él en una estancia; se oyen discusiones furiosas, gritos. El caballero, muchos días, en la mesa, regaña violentamente a los criados, da fuertes puñetazos, se exalta. El niño en un extremo, lejos de él, le mira fijamente, sin hablar.


jueves, 18 de abril de 2013

La tormenta

Yo tuve un gran amor durante un chaparrón
y sentí aquella vez tan intensa pasión
que ahora el buen tiempo me da asco
cuando el cielo está azul no lo puedo ni ver
que se nuble ya el sol, que se ponga a llover,
que caiga pronto otro chubasco.

Confirmando el refrán una noche de abril
la tormenta estalló, mi vecina febril
asustada con tanto trueno
brincó en un santiamén del lecho en camisón
y se vino hacia mí pidiendo protección.
- Auxílieme usted, sea bueno.

Ábrame por piedad que estoy sola y no sé
si podré resistir, mi marido se fue
pues tiene entre otros muchos fallos
que en las noches así abandona el hogar
por la triste razón de que va a trabajar,
es vendedor de pararrayos -

Bendiciendo al genial Franklin por su invención
en mis brazos le di curso a su petición
y luego el amor hizo el resto
mira tú que instalar pararrayos por ahí
y olvidarte poner en tu casa, caray
cometiste un error funesto.

Varias horas después, cuando al fin escampó
ella se hubo de ir, pero antes me citó
para la próxima tormenta
- mi esposo va a llegar y si en casa no estoy
se me va a resfriar, así que ya me voy,
a secarle la gabardina -

Desde entonces jamás he dejado el balcón
no hago más que poner la máxima atención
en cirros, cúmulos y estratos
la menor nube gris me colma de placer
aunque a decir verdad sé que no han de volver
tan torrenciales arrebatos.

A base de vender palitos de metal
su marido reunió un pingüe capital
y se hizo multimillonario y a vivir la llevó
a un imbécil país donde si se oye llover
será porque haga pis
algún niño del vecindario.

Ojalá mi canción llegue al Sahara aquel
a decirle que yo le seré siempre fiel
que la llevo dentro del alma
que aunque sople el simún
con seca realidad un día nos reunirá una gran tempestad
tras la que no vendrá la calma.  

George Brasssens / Javier Krahe


Javier Krahe
Alberto Pérez

sábado, 6 de abril de 2013

Marieta

Y yo que fui a rondarle
la otra noche a Marieta
la bella, la traidora
había ido a escuchar a Alfredo Kraus.
Y yo con mi canción
como un gilipollas, madre.
Y yo con mi canción
como un gilipollas.

Y entré con el salero
al comedor de Marieta
la bella, la traidora
ya estaba acabando el flan.
Y yo allí con la sal
como un gilipollas, madre.
Y yo allí con la sal
como un gilipollas.

Y cuando por su santo
le compré una bicicleta
la bella, la traidora
ya se había agenciado un rolls.
Pegado al manillar
hice el gilipollas, madre.
Pegado al manillar
hice el gilipollas.

Y le llevé una orquídea
a nuestra cita en la glorieta
la bella se besaba con un chulo
y apoyada en un farol.
Y yo allí con mi flor
como un gilipollas, madre.
Y yo allí con mi flor
como un gilipollas.

Y cuando ya por fin
fui a degollar a Marieta
la bella, la traidora
de un soponcio
se me había muerto ya.
Y yo con mi puñal
como un gilipollas, madre.
Y yo con mi puñal
como un gilipollas.

Y lúgubre corrí
al funeral de Marieta.
A la bella, la traidora
le dio por resucitar.
Y yo con mi corona
hice el gilipollas, madre.
Y yo con mi corona
hice el gilipollas.

Javier Krahe